Desde
antes de que el LTPLT hubiera sido incluido por las Naciones Unidas en su lista
de organizaciones terroristas ya estábamos derrotados. Escribo este comunicado
desde las montañas de internet, en una inútil e innecesaria clandestinidad.
Estoy seguro de que la organización está infiltrada y de que las mentes de nuestros
compañeros más intransigentes y radicales están en su poder.
Comenzaron
a llegar masivamente desde hace más de medio siglo procedentes del planeta
Acrón. Creo que nosotros mismos los trajimos en los inicios de la llamada
“carrera espacial”, aunque no me cabe duda de que sus primeros exploradores ya
habían estado aquí.
Una prueba –no contundente- de ello, es el símbolo del pez (ichthys) que los primeros cristianos utilizaban
para reconocerse entre sí y para huir en lo posible de la persecución. Nada
tiene que ver con el supuesto origen extraterrestre de Jesús, sino con la
evocación encriptada en ichthys a Iesous Christos Theou Hyos Soter: Jesucristo
Hijo de Dios Salvador.
Los
observadores de OVNIS/UFO (Objetos Voladores no Identificados / Unidentified
Flying Objects), al igual que los investigadores de los proyectos SETI (Search
for Extraterrestrial Intelligence) que se dedican a monitorear ondas
electromagnéticas procedentes del cosmos en busca de algún segmento que pueda
interpretarse como “una señal”, no sólo no han encontrado nada, sino que ni
siquiera se han dado cuenta de que se han convertido en otros vectores efectivos
del virus de Acrón.
Hoy
ese virus está en todas partes, pero especialmente hace sus estragos en los
centros de investigación, en las instituciones académicas, en las oficinas
estatales, en las ONGs y en otras organizaciones y movimientos sociales y
sindicales. Y claro, en las agencias del Sistema de Naciones Unidas, las mismas
que nos incluyeron en su implacable listado del terrorismo internacional.
Oponerse
al virus y pretender combatir sus efectos no se castiga con el exterminio
físico del anarquista sino con la condena general a la invigencia y la
exclusión. Porque desde hace varias décadas el virus ha logrado inyectar
masivamente su ADN en las células humanas y ha convertido a una gran parte de
nosotros en unos esclavos que no solamente ignoran esa condición, sino que se
sienten orgullosos de ser –inconscientemente- vectores y al mismo tiempo
verdugos al servicio de Acrón.
Yo
he tomado la decisión de revelarme y rebelarme sin más dilación. Conozco bien
las consecuencias a que me expongo y ya fui objeto de las primeras y duras
agresiones por parte de los mismos compañeros del LTPLT, cuando me vieron
dibujando unas pancartas en las que, en lugar de esas cinco letras que infunden
temor cuando aparecen en banderas, brazaletes, capuchas y comunicados, escribí
el nombre completo –y para muchos olvidado- de nuestra organización:
LA
TIERRA PARA LOS TERRÍCOLAS
Me
niego rotundamente a seguir siendo un acrónimo (gentilicio de los nativos y de
los esclavos de Acrón).
Gustavo Wilches-Chaux
Bogotá, 10 de Mayo de 2015
Bogotá, 10 de Mayo de 2015