miércoles, octubre 08, 2025

Adelantos a la “Bitácora de una segunda oportunidad sobre la Tierra” (En proceso)

 

Los textos que siguen constituyen adelantos a un escrito que se titulará “Bitácora de una segunda oportunidad sobre la Tierra”, el cual concibo como una serie de poemas en prosa o de prosas en poema que, desde ya, se pueden -y cuando estén completos se podrán- leer en cualquier orden

Escritos póstumos 

Pienso que por real o falsamente modesta que sea, toda persona que escribe o que lleve a cabo cualquier otra labor creativa, espera dejarle algo a la posteridad.

Lo que resulta menos usual es que alguien escriba un artículo “póstumo” y que lo ponga a circular cuando todavía está biológicamente vivo.

Si nos atenemos a lo que ordena el Diccionario de la Academia de la Lengua, póstumo significa, “Dicho de un hijo: Que nace después de la muerte de su padre. Dicho de una obra: Que sale a la luz después de la muerte de su autor.”

Lo cual quiere decir que, técnicamente, estos textos no serían póstumos, a menos que me acepten que los escribo por delegación expresa de ese que voy a ser yo cuando me convierta en un fantasma.

Desde ese punto de vista -entonces- estos renglones si pueden ser reconocidos como póstumos, pues si bien no “salen a la luz” después sino antes de la muerte de su autor, sí “nacen después de la muerte de su autor”.

“Recuerdos del Futuro”

Estoy dedicado a poner en el papel poemas que ya había vivido.

O que ya había escrito, como dijo ese ciego inmortal e iluminado que es Borges, “en esa letra silenciosa de la eterna escritura indescifrable cuyo libro es el tiempo”.

Varias veces personas conocidas me han dicho que me vieron en lugares donde yo nunca he estado. Cada vez que me sucede me pregunto si será que yo ya estoy espantando. Que ya estoy haciendo el curso para cuando sea un fantasma, de esos que llegan a jalarles las patas a quienes siguen vivos. O dándoselas de vivos.

Cada poema entonces es un "déja vu". O (parafraseando a Erich von Däniken y al menos a otro autor o a otra autora que han usado ese mismo título para sus libros) un "recuerdo del futuro". 

Así voy dando cumplimiento, en palabras de mi abuelo paterno, a esta “prórroga” que me ha concedido la vida.

Es inevitable que me pregunte entonces si esas “prórrogas” tienen algún objetivo y si hay que justificarlas, o si en cada paso del camino (de ese del cual también dice Borges que “es fatal como la flecha”) hay que ir descubriendo o definiendo uno mismo ese objetivo.

Si la muerte es un “cambio de estado” -a lo mejor o a lo peor- es una nueva prórroga para cumplir el objetivo que uno mismo se fijó en la vida… o para después de la vida si es que tiene conciencia y/o voluntad de convertirse en un fantasma. O para ponerlo en términos más amables (susceptibles de ser amados), en una Old Soul, concepto para el cual no encuentro una traducción precisa al español. Podría aproximarse a “reencarnación” pero no me satisface del todo.

Se trata de un alma con un compromiso profundo con la existencia que no alcanzó a cumplir cuando formaba parte de un ser vivo, o que sí cumplió plenamente pero que después de la muerte quiere seguir cumpliendo para lo cual se convierte en parte del software de otro ser vivo que bien puede ser una planta, un animal o un ser humano. O de seres que en términos estrictamente biológicos no son vivos, como algunas rocas y el Agua en todos sus estados, incluyendo a las nubes, pero que son vitales para los seres vivos y que definitivamente tienen alma. De allí que en muchas culturas ancestrales estos seres se consideren sagrados.

Desde que -no hace mucho tiempo- conocí el término Old Soul, he sido consciente y sintiente de la existencia de muchas Old Souls con las cuales he tenido la fortuna de compartir la vida.

 Transición

Cuando me desperté ya estaba muerto.

Me alejé para darme cuenta de que mi cuerpo tendido sobre la cama no presentaba ninguna señal de traumatismo ni en la que fuera mi cara había un rictus de dolor o de sorpresa.

A primera vista nadie pensaría que era un cadáver.

Solo sería evidente cuando llegaran a despertarme para arreglar la cama.

Fue luego cuando, para quienes llegaron, tuvo lugar la conmoción inevitable:

Ni para qué llamar a una ambulancia si ese que fui yo ya estaba helado y no tenía signos vitales.

En ese momento fui consciente de que yo ya era un fantasma.

Al principio para mí también fue una sorpresa porque cuando la noche anterior me fui a la cama, solo tenía algo de sueño pero ninguna sospecha de que me encontraba en vísperas de un viaje.

No de “un viaje sin retorno” como suelen afirmar vanamente quienes no han vivido -ni más exactamente: “morido”- esa experiencia, sino un viaje a otro estado de existencia.

A una metamorfosis no kafkiana en la que uno se reencuentra con lo que fue antes de que la fecundación de un óvulo por un espermatozoide lo convirtiera en el germen de un embrión de lo que luego sería un ser humano.

Una fusión ahora sí total con ese Cosmos del que siempre me había sabido parte pero que nunca lo había sentido como lo siento ahora cuando carezco de sentidos en el sentido convencional con que normalmente entendemos ese término cuando nuestros cuerpos están vivos.

Me pregunto también si alguien me dicta lo que ahora escribo de manera tan fluida, y caigo en la cuenta de que en mi estado actual conceptos como “preguntar”, “dictar” o “escribir” carecen de significado.

Presento excusas por estas reflexiones aparente o evidentemente incoherentes, pues como ya lo expliqué, apenas soy un principiante en este, mi nuevo estado y oficio de fantasma.

Miro hacia lo lejos y me pregunto si ese que veo allá será mi nuevo yo provisional escribiendo este poema. Pero quedo con la duda porque no lo estoy escribiendo en computador sino en lo que en mi estado anterior llamaríamos “a mano”. En un cuaderno

“El Sacramento de la Resonancia”

Sigo convencido, como lo estaba en la etapa anterior de mi existencia, de que la Resonancia en su sentido más profundo debería ser reconocida como un Sacramento y, como lo escribí en un artículo que lleva el mismo título de este “Quizá no se ha hecho porque en cierta forma se parece al de la comunión, el cual se define en el diccionario de la lengua como ‘participación en lo común’, una acepción civil que me complace.”

Escribí también ahí que

La resonancia es ese placer como de abismo agradable en el estómago, como de que nos quedamos sin aire en la caída hacia el otro, hacia la otra, hacia lo otro, hacia lo inasible, hacia lo indefinible más allá de esa vibración que nos hace percibir que participamos en lo común, que formamos parte del cosmos.   Los hindúes, o más bien, los hinduistas, provocan la resonancia con los mantras. El OMMMMMMMM que lo pone a uno a vibrar con el universo circundante.

  Más allá de todos los aspectos cultos o intelectuales de la música, en cada concierto debe fluir un océano de frecuencias que nos resuenan en las más recónditas células del cuerpo, que provocan pequeños terremotos y orgasmos en nuestras neuronas, que nos hacen sentir en las venas "la música de las esferas", que nos disuelven en nosotros mismos y que nos recomponen, sin que nos demos cuenta siquiera de que hemos muerto y vuelto a nacer convertidos en nuevas vibraciones, en otros.

Escrito por allá en la década de los años 90 del siglo anterior, este texto parecería indicar que ya desde entonces había comenzado a preparar este que ahora tienen en sus manos.

Y así es, porque ese estado que por facilidad he denominado “fantasma”, es el que le permite a un ser de energía vibrar en la misma frecuencia con que vibran otros seres del Cosmos que de manera seguramente incompleta enumeré en los escritos anteriores de esta misma serie y con los cuales nos volveremos a encontrar en los que siguen.

Nada que ver estos fantasmas (que corresponden más bien a las ya mencionadas Old Souls) con esas graciosas e inocuas caricaturas envueltas en sábanas blancas que llenan las calles y los centros comerciales con motivo del Halloween.

Continuará

 

 

 

 

 

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