sábado, agosto 17, 2013

jueves, agosto 08, 2013

LOS HIJOS INFINITOS - Andrés Eloy Blanco (Poeta venezolano)



Cuando se tiene un hijo,
se tiene al hijo de la casa y al de la calle entera,
se tiene al que cabalga en el cuadril de la mendiga
y al del coche que empuja la institutriz inglesa
y al niño gringo que carga la criolla
y al niño blanco que carga la negra
y al niño indio que carga la india
y al niño negro que carga la tierra.

Cuando se tiene un hijo, se tienen tantos niños
que la calle se llena
y la plaza y el puente
y el mercado y la iglesia
y es nuestro cualquier niño cuando cruza la calle
y el coche lo atropella
y cuando se asoma al balcón
y cuando se arrima a la alberca;
y cuando un niño grita, no sabemos
si lo nuestro es el grito o es el niño,
y si le sangran y se queja,
por el momento no sabríamos
si el ¡ay! es suyo o si la sangre es nuestra.

Cuando se tiene un hijo, es nuestro el niño
que acompaña a la ciega
y las Meninas y la misma enana
y el Príncipe de Francia y su Princesa
y el que tiene San Antonio en los brazos
y el que tiene la Coromoto en las piernas.
Cuando se tiene un hijo, toda risa nos cala,
todo llanto nos crispa, venga de donde venga.
Cuando se tiene un hijo, se tiene el mundo adentro
y el corazón afuera.

Y cuando se tienen dos hijos
se tienen todos los hijos de la tierra,
los millones de hijos con que las tierras lloran,
con que las madres ríen, con que los mundos sueñan,
los que Paul Fort quería con las manos unidas
para que el mundo fuera la canción de una rueda,
los que el Hombre de Estado, que tiene un lindo niño,
quiere con Dios adentro y las tripas afuera,
los que escaparon de Herodes para caer en Hiroshima
entreabiertos los ojos, como los niños de la guerra, porque basta para que salga toda la luz de un niño
una rendija china o una mirada japonesa.

Cuando se tienen dos hijos
se tiene todo el miedo del planeta,
todo el miedo a los hombres luminosos
que quieren asesinar la luz y arriar las velas
y ensangrentar las pelotas de goma
y zambullir en llanto ferrocarriles de cuerda.
Cuando se tienen dos hijos
se tiene la alegría y el ¡ay! del mundo en dos cabezas,
toda la angustia y toda la esperanza,
la luz y el llanto, a ver cuál es el que nos llega,
si el modo de llorar del universo
el modo de alumbrar de las estrellas.

sábado, agosto 03, 2013

viernes, agosto 02, 2013

miércoles, julio 17, 2013

LUNA Y SATURNO (en la noche de Julio 16)


 La Luna entre las nubes. La "luna azul" es el reflejo de la Luna en el vidrio de la ventana. Y a la derecha: Saturno

La Luna sin nubes y Saturno (como un chulito) entre la falsa luna azul

Si se cerrara el diafragma digital de la cámara para borrar el reflejo de la Luna en las nubes que la envuelven, la Luna se vería así (Cuarto Creciente) pero sería imposible que Saturno saliera en la foto

lunes, julio 08, 2013

NUESTRA BIODIVERSIDAD CELESTE

SUGIERO HACER CLICK SOBRE LAS FOTOS - SE VEN MEJOR

 La llegada del matón: "¡¡Ábranse que aquí voy yo!!"

 Caimán tras su presa

 Tengo una Especie de duda teológica: ¿Este es el burro o el buey?

Tortuga marina con rémora

Elefante con amigo viendo el atardecer

 Aves al nido

 El territorio de la biodiversidad celeste

 
 El volcán Nevado del Tolima (con su gorro de nubes) bajo las últimas luces del atardecer

Y aquí bajo las primeras luces del amanecer (7 de Julio... como recordarán)

IMÁGENES URBANAS

 La ciudad de las sombras con su cielo de ladrillo

Autorretrato en la escala de valor

viernes, junio 28, 2013

MÁS EJEMPLARES DE NUESTRA NUBEFAUNA CELESTE


 ¿Iguana? ¿Caimán? De todas maneras, un saurio

Pez y Saurio

lunes, junio 24, 2013

INTERROGANTES


 Yo creo que no hay diferencia entre el interrogador y el interrogante
 ¿Qué creen ustedes?


 

viernes, junio 07, 2013

PAISAJE A LA LATA

Esta lata que cubre una ventana en Villavicencio,  reinterpreta el paisaje del piedemonte llanero. Y sí: el manchón de la camisa amarilla tomando la foto, soy yo
HAGA CLICK SOBRE LA FOTO PARA AMPLIAR

sábado, mayo 25, 2013

MARCIANITOS

 
 
 
Los marcianitos de arriba son ángeles de las guacamayas producidos por la difracción, en el velo de la ventana, de las luces de los faroles de la calle y de los edificios del fondo.
Estos ángeles de las guacamayas son generados por difracción de reflejos de luz natural.

viernes, mayo 24, 2013

Navegando sobre las nubes y sobre la selva del Chocó


Efectos extraños de los hongos alucinógenos que le cayeron a mi cámara durante un viaje reciente al Chocó

Realmente se trata de un fenómeno óptico parecido al efecto estroboscópico, producido por el acoplamiento de la hélice con la velocidad de obturación de la videograbadora (cuadros por segundo)




domingo, mayo 12, 2013

LA PERCEPCIÓN DEL MILAGRO



Hoy hace doce años se murió mi mamá. Dos meses antes, por los días en que mataron a Rodrigo Lara, nos habían entregado la ecografía que indicaba que la enfermedad que la afectaba no era una hepatitis, como inicialmente habiamos confiado, sino un cáncer terminal. Con toda la benevolencia de que eran capaces, los médicos nos siguieron la corriente sobre la remotísima posibilidad de que se hubiera cometido algún error, o de que se hubiera cambiado el resultado, y aceptaron repetir el examen.

No quedaba duda: cáncer terminal. Como ya no teníamos la esperanza del error humano, nos tocaba entonces confiar en un milagro. Pero eso fue después.

Primero, había que decidir si se le contaba o no. Mi hermana y yo, desde un principio, fuimos partidarios de que sí, más por egoismo que por frialdad. Porque para poder hablar con ella sobre la inminencia de su muerte, con toda la confianza con que uno quiere compartir las tristezas más hondas del alma con su mamá, ella tenía que saber la verdad. Yo asumí la responsabilidad de contarle la naturaleza de la enfermedad, pero pasó algún tiempo antes de que encontrara los eufemismos adecuados. 

Después resultó que habían sido innecesarias todas nuestras cavilaciones y dudas anteriores, porque cuando yo, en mi ingenua tentativa de llegar al tema por las ramas, le pregunté qué pasaría si no tuviera una hepatitis sino “algo más grave”, ella me contestó que desde un primer momento sabía que lo que tenía era cáncer y que nos había cogido la caña de la hepatitis sólo para no decepcionarnos sobre la eficacia de nuestra mentira piadosa.

Fue entonces cuando yo comencé a manejar la hipótesis de que tenía que producirse un milagro, porque lo que estaba en juego era, nada menos, el prestigio profesional de Dios ante nosotros como hacedor de milagros.

Pero ella decía que no: que nadie había nacido para quedarse de muestra. Por el contrario, se sentía plenamente agradecida con la vida por el amor explícito de toda la gente que la rodeaba, valga decir, en sus propias palabras, por “el cariño de todo Popayán”.

Nosotros tuvimos dos meses para otorgarnos con ella, mutuamente, el paz y salvo. Para que no quedara nada sin decir, ni recomendación sin anotar, ni alegría sin revivir, ni herida -por pequeña que fuera- sin perdonar. Yo alcancé a escribir una nota sobre ella en EL LIBERAL, que comenzaba parafraseando a San Francisco de Asis: “El Señor hizo de ella un instrumento de su paz...”  Cuando comencé a leérsela, se me quebró la voz y no pude seguir. Ella cogió el periódico y leyó el artículo con voz firme hasta el final.

 

Mi mamá tuvo tiempo de decidir y de decir cómo quería que fuera el cajón: de madera cepillada nomás. Se lo hizo en el taller de ebanistería del SENA el maestro Armando Terán. El maestro Fidel de los Reyes talló en la misma madera un pequeño sol sonriente que adherimos al cajón. Sobre la tapa, dos listones delgados en forma de cruz.


La velamos en la sala de la casa del tío Victor Chaux, a dos pasos del patio de las azaleas. El entierro fue una tarde de verano, llena de sol. Monseñor Marín (el despachador oficial de todos los de la familia que se van), nos colmó otra vez con su regalo de amistad. Sembramos en la tierra el cajón, en un hueco que cavó personalmente don Tulio Potosí: ella había pedido expresamente no quedar en la pared (para lograr  lo cual se necesitaron varias paladas en el suelo y una para el bolsillo del sepulturero).

Mi mujer, nuestras dos hijas, nuestro hijo, mi hermana y yo (nuestra otra hija, Olivia, no existía todavía: sólo nació cuatro años después, el día del cumpleaños de mi mamá), pusimos en el periódico un aviso agradeciéndoles a quienes habían contribuido a que ella tuviera una vida feliz y una buena muerte. Porque mi mamá nos dijo, expresamente, que no le hacía la menor gracia morirse, pero que, ante la falta de opciones, se moría feliz.

Ella logró hacer de su propia muerte, un acto supremo de afirmación vital. Para ella misma y para los demás. 



Y yo entendí que sí se había producido el milagro. Que los milagros no consisten en contradecir los procesos de la vida (de los cuales la muerte es una parte esencial), sino, precisamente, en poseer la sabiduría para desplegar las velas y dejarse conducir por la naturaleza intrínseca de cada ser. O, en palabras de mi amigo Miguel Grinberg, en “fluir, como fluye la luz, sin remordimientos”... En “dejarse atravesar por las ondas explícitas del Universo”.

El milagro fue adquirir la capacidad de percibir que los milagros están siempre allí, todos los días y en todas partes, en lo que parece más obvio y elemental. Que nosotros mismos (incluida nuestra propia muerte, especialmente si logramos entablar con ella diálogo y amistad), somos la máxima expresión del milagro de existir.

El prestigio profesional de Dios había quedado a salvo.

GUSTAVO WILCHES-CHAUX
Publicado en EL LIBERAL de Popayán el 28 de Junio de 1996

martes, marzo 19, 2013

TRAS CUMPLIR SU ENCARGO DE RAYOS, REGRESA LA TEMPESTAD

LA TEMPESTAD 
El personaje que ilumina la "Apoteosis de Popayán", el gran cuadro del maestro Efraín Martínez en el Paraninfo Caldas de la Universidad del Cauca 
El atardecer de hoy tras la tempestad sobre Bogotá